jueves, 14 de abril de 2011

BULLYING

En mi niñez, decir que no había bullying sería mentir. Honestamente yo no sufrí de acoso gracias a un pequeño detalle: a mis 10 años yo medía 1.70 mts. Eso puede desanimar al camorrista más bragado, si este mide 1.55, por lo general. Pero ya existía el Bullying, sólo que no le conocíamos como tal.

Los niños por lo general son crueles. No porque quieran serlo, sino porque carecen de la cortesía social que aprendemos con los años. Por eso un niño pregunta a un discapacitado porque le falta una pierna, porque el méndigo de la calle pide limosna, porque la vecina recibe una muñeca de trapo en Reyes cuando él recibió un Nintendo DS.

Ese tipo de crueldad no es intencional. Tampoco es gratuita, se basa en el hecho de observar nuestras naturales desemejanzas. No obstante cuando un niño empieza a amedrentar a otro por su físico, por sus lentes, por su peinado, el problema es la poca aceptación de las diferencias que al final, nos hacen iguales, por trillado que suene.

Recuerdo la masacre de Columbine. Como excusaron a los asesinos por ser víctimas de maltrato. Ahora un hombre de 23 años mata a 12 niños, buscando “vengar a la gente buena, inocente y noble, que es vejada en las escuelas”. Pobre excusa para no encarar sus miedos. 10 niñas. 2 niños. Sin excusa.

Mi mente no puede procesar lastimar a un niño. Es incapaz de comprender cómo hacerlo. Pero yo ya no soy un niño. He aprendido a respetar y festejar las razones que nos hacen diferentes individualmente. Celebrar la diversidad de gente que hay en mi especie.

Un día supe que el Nanobot era amedrentado para que le diera su sándwich a un compañero. Casi se me volteó el hígado de coraje. Cuando hablé con él, simplemente le enseñé el credo de la familia: “No ataques, no provoques. Pero siempre defiéndete. Nadie tiene derecho a lastimarte.”

El Nanobot me miró con sus ojos oscuros, tan negros como los de su padre. Dijo: “Él no me quita mi comida. Yo le doy la mitad a Aldebarán, porque en su casa no le ponen sándwich”.

Ahora sé, que a su corta edad, Erick sabe la diferencia entre el bien y el mal. Que a veces se comportará como un pequeño demonio porque es un niño inquieto. Pero de buen corazón.

Aunque de tiempo en tiempo, se pelee con sus hermanos, estoy seguro que sabrá defenderse. Que no lastimará a nadie en su camino. Eso, es la mejor defensa contra el mundo que le rodea.

Y cada día me convenzo más, que yo no estoy educando a estos niños. Sino que ellos, me educan a mí.