lunes, 1 de mayo de 2023

HERBERT

En una fiesta organizada en una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un emotivo discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon.

Después de felicitar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo el siguiente razonamiento:

— "Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección".

— Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen.

—No puede entender las cosas como otros niños. ¿Dónde está el orden natural de las cosas en mi hijo?

La audiencia quedó impactada por la pregunta.

El padre del niño continuó diciendo: “Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado, viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño”.

Entonces contó que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos niños jugaban baseball. Herbert le preguntó a su padre:

  —“¿Papá, tu crees que me dejen jugar?”

Su padre sabía que a la mayoría de los niños no les gustaría que alguien como Herbert jugara en su equipo, pero el padre también entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros a pesar de sus habilidades especiales.

 

El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó (sin esperar mucho) si Herbert podría jugar.

 

El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo: “Estamos perdiendo por seis carreras y el juego esta en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena entrada”.

 

Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camiseta del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas en los ojos por la emoción.

 

Mientras Herbert se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba. Los otros chicos notaron algo muy evidente: la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.

Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras pero aún estaban detrás en el marcador por tres.

Al inicio de la novena entrada, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho.

Aunque ninguna pelota llegó a Herbert, estaba obviamente extasiado solo por estar en el juego y en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde las graderías.

Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos “outs” y las bases llenas la carrera para obtener el triunfo era una posibilidad y Herbert era el siguiente en batear.

Con esta oportunidad, ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Sorprendentemente, Herbert estaba al bate.

Todos sabían que un solo “hit” era imposible porque Herbert no sabía ni como agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola.

Sin embargo, mientras Herbert se paraba sobre la base, el pitcher, reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para brindarle a Herbert un gran momento en su vida, se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suavemente para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.

El primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente y falló.

El pitcher de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el bateador.

Esta vez Herbert abanicó y golpeó la bola tan suavemente que ésta cayó justo enfrente del pitcher.

El juego podría haber terminado. El pitcher podría haber recogido la bola y haberla tirado a primera base.

Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, el pitcher tiró la bola muy alto sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance del resto de sus compañeros de equipo.

Todos los espectadores en las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar “¡Herbert corre a primera base, corre a primera!” nunca en su vida Herbert había corrido esa distancia, pero logró llegar a primera base. Corrió justo sobre la línea, con los ojos muy abiertos y sobresaltado.

Todos gritaban, '¡Corre a segunda, corre a segunda!'. Herbert, recobrando el aliento, corrió con dificultad hacia la segunda base.

Para el momento en que Herbert llegó a segunda base el niño del jardín derecho tenía la bola. Era el niño más pequeño en el equipo y sabía que tenía la oportunidad de ser el héroe del día. Sólo tendría que tirar la bola a segunda base, pero había entendido las intenciones del pitcher y la tiró demasiado alto, por encima de la cabeza del niño en tercera base.

Herbert corrió a tercera base mientras que los corredores delante de él hicieron un circulo alrededor del home.

Cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, todos, estaban de pie gritando '¡corre a 'home'! corre'.

Herbert corrió al home, se paró en la base con sus brazos en alto, rebosando felicidad, giró la cabeza mirando a su padre... mientras (cosa extraña) los jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que bateó el grand slam y ganó el juego para su equipo. “Ese día”, dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro, “los niños de ambos equipos se confabularon dándole a este mundo una muestra de verdadero amor y humanismo”.

Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca haber sido el héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día!


sábado, 27 de noviembre de 2021

Un año, un mes, sin el Inge.

Hace un mes que te fuiste Inge. La Tierra tiene un hombre bueno menos, pero el Cielo tiene un Ingeniero más.

Un mes Inge, ¡un mes!! ¿Puedes creerlo? Tardé un mes en escribirte. Sabes que hago las cosas a mi tiempo, que siempre ha sido así y que es una costumbre mía que te sacaba de quicio.

Qué rápido se nos va la vida. Me acompañaste en este planeta cuarenta y dos  años. . . no podía pedirte más.  La suerte de tenerte como padre tanto tiempo es invaluable, como las experiencias que pasamos juntos.

Cuando te fuiste se fue el hombre más fuerte que yo conocía. El más honrado. El más justo. Cuando te fuiste se fue una parte de mí contigo y me replanteó mi lugar en la vida. Ahora yo encabezaba la sucesión de generaciones, mi amado Baby Boomer.

Y eso asusta ¿sabes?

Aunque sé que me preparaste para seguir sin ti, cuesta trabajo asumir que no estés para compartir el tiempo. "Tiempo es todo lo que tienes, y a veces, no todo el que quieres", dijo Randy Pausch, otro ingeniero.

Eras un hombre fuerte, rudo, "cabrón" si quieren. Pero justo, honesto, trabajador y lleno de amor por la familia. Eras el Vikingo de la Misterios, ese hombre que imponía con tu presencia, con su gesto adusto, con la mirada enérgica.

Pero nosotros sabíamos que detrás de eso estaba el hombre amoroso, fiel a su esposa, cariñoso con sus hijos, gentil con los amigos, leal con la familia.

Eras el hombre del que heredé la cara y el gesto, pero no el carácter. Tú eras fuerte y volátil, yo fuerte y tranquilo. Decías que era demasiado tranquilo, que era difícil hacerme enojar y con el tiempo comprendiste que así era yo. Más que nadie, entendiste que tu hijo era Ferdinando el Toro, enamorado de la luna y de las flores, el que se emociona con Neruda, el que anda rescatando perros y gatos de la calle, el que cree que la vida es la búsqueda de la felicidad y al que le enseñaste que nada está completo en la vida si no lo puedes compartir con los que amas.

Y así lo aceptaste, así me querías.

¿Recuerdas cuando conociste a Miss Antropía?

Tenías la maña de abrir de improviso la puerta de la calle si alguno de tus hijos se encontraba afuera platicando. Sólo que ese día no traías playera y la que estaba afuera conmigo era ella. Tu cara de pena fue legendaria . Entraste, te vestiste y saliste de nuevo a presentarte apropiadamente, mientras me desternillaba de risa. Te regodeaste cuando ella te dijo que amaba a The Beatles casi tanto como tú.  Siempre fuiste una extraña mixtura entre seriedad y sentido del humor.

Nuestros padres son nuestra primera relación, nuestra ancla en la vida. El que ya no estés plantea muchas situaciones, plantea conexiones que se han ido, legados que han perdurado, vínculos nuevos con la vida.

Plantea una vida diferente. Una vida que puede ser buena gracias a ti, pero diferente.

Dicen que uno se vuelve totalmente independiente cuando mueren tus padres. Conmigo no tenías ese pendiente: sabías que podría hacerme cargo de mí mismo. Honestamente creo que te alegraba saberme capaz de andar por el mundo sin problema.

Fuiste increíble hasta el final. "No puedo creer que alguien tan lleno de vida se esté apagando" pensé. Egoístamente pedí a una Entidad que no he visto nunca que prolongara tu tiempo aquí.

Me avergoncé, tú ya habías cumplido ¿quién era yo para exigirte más tiempo?

Saliste del barrio, a punta de golpes si quieres verlo así, porque fue lo que te tocó sobrevivir. Pero no quisiste esa vida para nosotros. Estudiaste, te enamoraste 50 años, en matrimonio 44 años, tuviste una familia, viajaste, comiste (adorabas comer) y amaste con ese inmenso corazón que albergabas.

Pocas veces dijiste "te amo". Pero me enseñaste que el "te amo" que más resuena es aquel que dices con tus acciones, aquel que abriga en la tormenta sin decir palabra.

¿Quién era yo para pedir más tiempo contigo? Ya habías cumplido papá.

Una vida bien vivida merecía un descanso merecido.

Tomé tu mano. La mano que me llevo a la escuela tantos años, que me trajo de regreso la idiota vez que me subí a un kayak y me arrastró la marea al mar abierto, la mano fuerte que me palmeó la espalda cuando le llevé mi título de la carrera,  esa mano fuerte, ancha, callosa de tanto trabajar.

Te juro que no quería despedirme, pero lo hice.

Te fuiste como los justos: dormido. Pero nunca estuviste solo, siempre uno de nosotros estuvo contigo.

A su vez, de alguna manera, tú estás siempre con cada uno de nosotros, mi amado Vikingo. Así es como quiero pensar: que en algún lugar del universo sigues existiendo. Seguro que estás en el Valhalla, agarrándote a zapes a cuanto vikingo se te pone enfrente. No lo dudaría, eres capaz. Tenías el corazón de un guerrero.

Eres el mejor hombre que he conocido. Y reto al que lo ponga en duda a ponernos en la madre en Calzada de los Misterios #184.

Quiero pensar que ya puedes jugar fútbol de nuevo, comer  verdolagas y enchiladas (con tus precisas especificaciones: dos tortillas más en vez de pollo, cebolla picada no en rodajas, sin crema y un bolillo) y que estas con la abuela, con tu mamá y con el abuelo Jorge. Quiero pensar que ya no te duele nada, que lo que dejaste es sólo la envoltura del mejor hombre que yo haya conocido, que estás feliz entre las estrellas, que si aquí fue un “hasta luego”, allá donde estás fue un “qué gusto volverte a ver”.

Y siempre pensaré en ti, pensando en heredar tu voluntad, celebrar tu vida y continuar tu legado.

Porque hombres buenos no es lo que sobra en el mundo, y ahora hay uno menos con el que podamos contar.

Hasta siempre, Inge.

“Dios nos dio memoria para nunca olvidar a quién amamos”.



viernes, 9 de octubre de 2015

BUKOWSKI

“Una mujer,
una llanta desinflada,
una enfermedad:
miedos frente a ti,
miedos tan quietos
que puedes estudiarlos
como piezas en un
tablero de ajedrez…
No son las cosas grandes
las que mandan a un hombre al manicomio.
No, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al manicomio...

No es la muerte de su amor
sino la agujeta de su zapato
que se rompe cuando tiene prisa”. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Iris o de cómo el destino te guiña un ojo a veces.

 

Estaba sentado mirando la vida pasar un día de diciembre.

Era 1998 y no tenía otra cosa mejor que hacer. Esperaba a mis amigos en la esquina de la farmacia donde nos juntábamos regularmente para perder el tiempo, reírnos y fumar.

Más fumar que otra cosa, si he de ser honesto.

Fue ahí donde escuche los primeros acordes de esa canción, mientras me fumaba un Delicado (de esos cigarrillos sin filtro), proveniente de adentro de la farmacia. Me gustó aunque sólo escuché unos acordes y una estrofa. Pero la estrofa llamó mi atención por lo que decía:

“And I don't want the world to see me
Because I don't think that they'd understand
When everything's made to be broken
I just want you to know who I am”

Si en alguna ocasión me he sentido invisible para el mundo, era en aquella época. Solo, triste y confundido, como es lo usual en la adolescencia.

En aquellos tiempos el accesos al internet no era cosa fácil, ni había tanta información así que saber cómo se llamaba la canción y quién la tocaba fue algo complicado, hasta que vi la película de la que era parte del Soundtrack: Un ángel enamorado, con Nicolás Cage.

Un ángel enamorado, invisible para todos, incluso para la mujer que ama.

Si, perfecto para como me sentí yo. Y así fue como se hizo una de las canciones favoritas de mi vida, de las pocas canciones (aunque sé inglés, no me gustan mucho las canciones en ese idioma) de las que me sé la letra completa.

Iris, de Goo Goo Dolls, me acompañó en las buenas, las malas, y las peores.

11 años después, llegaste tú: Iris, la de los ojos brillantes, la de labios color carmín, la de cabello negro como ala de cuervo.

Y siempre sentiré que el Destino me dijo tu nombre, sin que yo lo supiera, como esperanza de tiempos mejores.

Iris, la mensajera de los Dioses, la de los hermosos colores.

Y aunque el mundo sigue sin verme porque creo que no me entiende,  donde todo esta hecho para romperse, lo único que me importa es que tú sabes quién soy.

Gracias Iris. Te amo.

viernes, 3 de octubre de 2014

COSAS QUE JAMÁS ME DIJERON SOBRE TENER UNA HIJA

 

Cuando lo leí, no puede evitar emocionarme, porque siempre me ha gustado la idea de tener una hija, por eso lo comparto con ustedes.

Escrito por un papá enamorado

Hay miles de libros que te preparan para ser papá, te dan tips para sobrevivir a los primeros meses del bebé, te dicen con precisión qué ocurrirá mes con mes, año con año, pero nunca te preparan para las cosas que vivirás al convertirte en papá de una niña. Esto es lo que hay en el corazón de cada papá que se ha enamorado por segunda vez al conocer a su hija.

Jamás me dijeron que en el instante en el que la viera por primera vez, la preocupación por mantenerla alejada del dolor se apoderaría de mi para siempre.

Jamás me dijeron que el rosa, el morado se convertirían en mis colores favoritos.

Jamás me dijeron que las reuniones del té, el maquillaje, los tubos en mi cabeza y las Barbies serían mi pasatiempo favorito.

Jamás me dijeron que me convertiría en todo un feminista.

Jamás me dijeron que el amor por mi esposa crecería aún más.

Jamás me dijeron que la ternura se apodera por completo de todo tu mundo.

Jamás me dijeron que las películas de princesas me llegarían a gustar tanto.

Jamás me dijeron lo devastado que me sentiría al darme cuenta cuán pronto comienzan a fijarse en chicos.

Jamás me dijeron que me convertiría en un perro guardián y comenzaría a odiar a todos los hombres.

Jamás me dijeron que ir de compras podría ser tan divertido.

Jamás me dijeron lo vulnerable y sensible que me volvería.

Jamás me dijeron que podría convertirme en un fan de la Boyband a la que ama.

Jamás me dijeron que lo único que desearía en este mundo es que el tiempo se detenga para que no crezca.

Jamás me dijeron que mi única meta en esta vida sería no dejar de ser su héroe nunca.

Jamás me dijeron que el día de su boda lloraría más que su madre.

Jamás me dijeron que el día en que fuera a convertirme en abuelo yo sólo desearía en secreto que ese bebé fuera una niña.

Jamás me dijeron que mi corazón ya no me pertenecería, que latiría sólo para hacerla y verla feliz.

jueves, 25 de septiembre de 2014

De la propia identidad de Joseph

 

La vida tiene formas muy curiosas de recordarnos aquello que tenemos profundamente enterrado en el subconsciente. O al menos, lo que creímos tener profundamente perdido en el fondo de la mente.

Rebuscando entre mi biblioteca unos libros de matemáticas encontré tres hojas escritas a mano con una letra que no me sorprendió reconocer, puesto que venía de mi mano. Lo que me impactó es que yo no rememoraba haberlas escrito y aún menos esconderlas en aquellos volúmenes.

Como una cápsula del tiempo incidental, no pude precisar con exactitud la fecha de la redacción por aquella insana costumbre que tengo de no fechar nada, pero deben de ser aproximadamente de seis a siete años atrás.

Al comenzar a leer me llené de azoro puesto que a pesar de ser mi letra . . . no parecía ser yo quien se expresara en tales hojas.

¿Saben lo curioso que es reconocerse y desconocerse a sí mismos  dentro de lo que redactan?

Sí, era yo, hace mucho tiempo. Un hombre atormentado como muchos en sus propios demonios perdidos, siempre lóbrego y taciturno, con una capacidad infinita de fingirse a si mismo lo que no era. Bastante reacio a tomar las riendas de su vida para ponerla en orden, perpetuamente quejumbroso y poco proclive a la actividad aún en beneficio propio.

Una de las hojas era una lista específica de actitudes y formas que me desagradaban en demasía de mi persona.

Tampoco me reconocí en esa lista ya. Ya no soy el hombre que tenía aquellas pifias de carácter, fallas de consciencia ni aquella oscura falta de paz interior.

Hoy me descubro como un hombre en paz consigo mismo, en armonía con el entorno . . . y tremendamente feliz.

Si, hoy puedo decir que encontré lo que siempre busqué.

 

A la mejor persona que puedo ser.

martes, 8 de julio de 2014

"La fábula de la rana sorda" o "El poder de la palabra"

 


Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.
Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenia caso seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron:"nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos".
La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo.


Lecciones
La fábula original de Hsien-Sheng Liang nos presenta dos lecciones importantes:
1. La palabra tiene poder de vida y muerte.
2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos.
Pero nos hemos encontrado con otra no tan explícita:
3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.
Una referencia relacionada


En los Estados Unidos de Norteamérica, en la NASA , hay un poster muy lindo de una abeja, el cual dice así: "Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe".


¿Qué te parece si hacemos oídos sordos a las cosas negativas y comenzamos a animarnos y a hacer algo todos para que este tiempo que nos toca vivir, sea mucho mejor para todos?


Si te parece bien, súmate a la causa y comparte ésta fábula con todos los que estimas.