jueves, 8 de septiembre de 2011

EL FIN DE LA INFANCIA.

Encontrábame yo absorto en profundas cavilaciones ese día. En otras palabras, estaban bastante aburrido esperando que ciertos procesos del trabajo terminarán de operar. En esa parte mi trabajo es bastante monótono: en ocasiones solo es presionar la tecla Enter y cuidar que el proceso no marque ninguna señal de error. En eso tiempos muertos checo alguna otra tarea que tenga pendiente. Pero este día no se me antojaba hacerlo, amén de que eran varios procesos simultáneos.

Tecleé en Google el término “Invasión Extraterrestre”, para buscar en Wikipedia una serie de ciencia ficción de mi niñez, la cual me producía bastante sobrecogimiento en su tiempo. Como sea, leía sinopsis, revisiones y opiniones de la serie, hasta que llegue a los antecedentes. Se mencionaba un cuento llamado “El Fin de la Infancia”, de Arthur C. Clarke, que supuestamente había inspirado esta serie y la película día de la Independencia.

Ande pues, como ya es dominio público, descargué la obra. De 166 páginas me pareció corto, así que lo leí en una tarde.

El Fin de la Infancia habla de una invasión extraterrestre disimulada. Un día, aparecen enormes naves madres de proporciones monumentales sobre las principales capitales del mundo. Tras la estrepitosa nulidad de las armas humanas contra naves que ni se inmutan ante ellas, la voz de Karellen, el orador principal de los Superseñores habitantes de las naves se escucha por el mundo: “Venimos en paz, venimos con una misión, darles guía.”

Karellen y su gente despojaron de su soberanía a la Tierra, coordinándose con sus gobiernos locales para el manejo de los asuntos humanos. Apoyados en la figura de Rikki Stormgrem, secretario de las Naciones Unidas de origen finlandés, es la interacción entre estos dos seres lo que da vida al a primera parte de la historia, pues veladamente los Superseñores planean un cambio en la Humanidad a nivel de sociedad y de individuo, benéficos, pero despojando al hombre de su libre albedrío y su curiosidad por el Universo. Pero esto lo lograrán al tiempo de tres generaciones humanas, aproximadamente 100 años.

Un misterio que rodea a los Superseñores es su imagen física, pues nunca han sido vistos. Sólo es escuchada la voz de Karellen, impactantemente omnipresente por medio de su tecnología. Y esta misma tecnología le da forma a una nueva sociedad en la que no existe el crimen, los vicios o los defectos humanos. Un nuevo orden con un precio a pagar: la libertad de regirnos autónomamente.

Esta nueva sociedad es vista a traves de los ojos de George Greggson y su familia. La nueva estructura social, le tecnología aplicada a la satisfacción de las necesidades, la ausencia de guerras, crímenes y vicios, la forma del poliamor y la forma de los Superseñores: gigantescos demonios alados, extraídos de la memoria del hombre según las distintas religiones.

Los dos hijos de Greggson dan la pauta final para el inicio de la última forma de nuestra raza. Muestran aquello que es resultado de las manipulaciones sociales de Karellen, el fin último de este plan estelar para la Tierra, dónde el mismo arquitecto es obrero pero nunca será protagonista de un cambio así. Es la maldición de los extraterrestres: observar un cambio que jamás podrán lograr para sí mismos.

Todo es parte de un plan, dice Karellen. Sólo que nunca lo divulga. Planea y da forma a nuevas medidas, a una nueva sociedad, alcanzando la utopía soñada por los humanos desde el inicio de los tiempos. Pero la utopía es aburrida; no presenta retos, no permite crecer. Si no hay obstáculos, no hay crecimiento, no hay progreso, piensa Jan Rodricks, protagonista de la segunda parte del Libro. Y rompe con las medidas de seguridad de los Superseñores, para salir de la tierra y conocer el hogar de aquéllos. Obtiene ese conocimiento para regresar a su planeta 80 años después de su salida, para ser el cronista de la evolución de su raza, y del fin de la humanidad como la conocemos. Tristemente, su deber como el último hombre sobre la Tierra, es describir los últimos días de su especie para los Superseñores, que también observan con amargura y casi envidia, el fin de su obra.

Me dejó con un halo de tristeza. La ansiada utopía humana es solemne, y aburrida. Como individuos somos felices, pero como sociedad estamos estancados.

Aún así, recomiendo su lectura, por lo cual dejo el link para descarga.

El Fin de la Infancia - Arthur C. Clarke