jueves, 25 de septiembre de 2014

De la propia identidad de Joseph

 

La vida tiene formas muy curiosas de recordarnos aquello que tenemos profundamente enterrado en el subconsciente. O al menos, lo que creímos tener profundamente perdido en el fondo de la mente.

Rebuscando entre mi biblioteca unos libros de matemáticas encontré tres hojas escritas a mano con una letra que no me sorprendió reconocer, puesto que venía de mi mano. Lo que me impactó es que yo no rememoraba haberlas escrito y aún menos esconderlas en aquellos volúmenes.

Como una cápsula del tiempo incidental, no pude precisar con exactitud la fecha de la redacción por aquella insana costumbre que tengo de no fechar nada, pero deben de ser aproximadamente de seis a siete años atrás.

Al comenzar a leer me llené de azoro puesto que a pesar de ser mi letra . . . no parecía ser yo quien se expresara en tales hojas.

¿Saben lo curioso que es reconocerse y desconocerse a sí mismos  dentro de lo que redactan?

Sí, era yo, hace mucho tiempo. Un hombre atormentado como muchos en sus propios demonios perdidos, siempre lóbrego y taciturno, con una capacidad infinita de fingirse a si mismo lo que no era. Bastante reacio a tomar las riendas de su vida para ponerla en orden, perpetuamente quejumbroso y poco proclive a la actividad aún en beneficio propio.

Una de las hojas era una lista específica de actitudes y formas que me desagradaban en demasía de mi persona.

Tampoco me reconocí en esa lista ya. Ya no soy el hombre que tenía aquellas pifias de carácter, fallas de consciencia ni aquella oscura falta de paz interior.

Hoy me descubro como un hombre en paz consigo mismo, en armonía con el entorno . . . y tremendamente feliz.

Si, hoy puedo decir que encontré lo que siempre busqué.

 

A la mejor persona que puedo ser.