viernes, 23 de julio de 2010

DIANA

-¿Necesitas algo? – escuché a mis espaldas una gentil voz.

-No, gracias –respondí a la voz tan amable mientras giraba– Sólo observaba el jardín. Esta muy bien cuidado, pero con esta fiesta no sé en qué estado quedará.

-No te preocupes, tenemos un buen jardinero que reparará todo – sonrió mientras alzaba una bolsa de hielos.

No recuerdo su cara. Aún si mi vida pendiera de un hilo por tal causa, creo no ser capaz. Pero la sonrisa y la voz no las olvidé nunca.

Diana era hija del dueño de esa casa, ex-condiscípula mía aunque no de la misma generación. Una amiga común me había invitado a la fiesta que daba en su casa, un caserón a decir verdad, con un amplio jardín. Yo me encontraba en la sala mirando a través del enorme ventanal que daba al mismo viendo a los asistentes, ebrios hasta las cachas, reírse, bailar y caerse por todos lados.

-Toma, un refresco. Ya vi que no tomas -

-Gracias. Si bebo, pero hoy no tengo ganas – Ese día tenia atravesado algo en la garganta que me impedía tomar.

No es bueno tener la mente enturbiada cuando lo que buscas es la claridad de una respuesta, pensé.

-Diviértete. Para eso estamos aquí – sonrió de nuevo y echó a andar hacia la puerta.

-Así es Diana. Amable hasta con los que no conoce. Soy su padre- dijo mientras me extendía la mano. No me di cuenta cuando entró a la habitación, ni cuanto tiempo llevaba ahí. Sonreí y nos dimos un fuerte apretón de manos – No te había visto antes, y eso que conozco a toda esta pandilla.

-No, soy traído como gorrón por una de sus amigas, honestamente.- dije casi tartamudeando, como disculpándome. Soltó una carcajada y me miró divertido.

- Hazle caso a mi hija, y sal a divertirte. La vida es corta y eres joven. Anda, sal – mientras sonreía.

Solté una risa nerviosa e hice caso de su consejo. Me acompañó al jardín y me presentó a dos o tres personas. No me la pasé mal, incluso mi amiga se divirtió bastante ese día conmigo.

Diana y su familia perdieron la vida en un accidente en la carretera de Acapulco cuando regresaban a México. Sus padres y hermanas perdieron la vida instantáneamente. Ella luchó en coma un mes más, pero al final se fue al Lugar Mejor.

Frecuentemente paso enfrente de esa casa. No sé quién la habite hoy.

Pero yo recuerdo a Diana y a su padre, tras la paredes cubiertas de hiedra, tras el portón que guardó la felicidad de su familia, siendo amable con un ilustre desconocido en una tarde nublada como esta.

viernes, 16 de julio de 2010

JOSEPHINE

La vida se encuentra plagada de historias inconclusas. Historias cuyo desenlace desconocemos, porque la vida no es un película donde al final se despejan todas las incógnitas, para bien o para mal.

Yo tengo muchas de esas historias. Siempre conté con la facilidad de que perfectos extraños me contarán sus historias, una característica que fui perdiendo con el paso del tiempo, y que de algún modo, aún no defino si extraño o no. Pero ése no es el meollo de este post.

Una de esas historias es Josephine.

No sé como se llamaba. En mi mente yo me refiero a ella así, por una canción de Miguel Bosé que me pareció muy acorde a su personal leyenda.

Sentado en una piedra observado el lago de Chapultepec me contó que era la segunda hija de un acomodado matrimonio de Polanco, entre un hermano deportista y una hermana, músico de profesión. Vivía sola en un condominio horizontal en la misma zona, tratando de pintar un poco, viviendo su vida bohemia: hasta las calzas de anfetaminas, coca y alucinógenos para encontrar la vibración adecuada y hermanarse con el Universo.

Mientras hablábamos, me contaba las desdichas de sus 23 años: incomprendida, solitaria, drogadicta, con intentos de suicidio, perdida, con un novio que la golpeaba cuando estaba hasta la madre de drogas duras, que ella misma despreciaba en un ejercicio de hipocresía, decía. Se rió con sus ojos azules cuando le dije que yo no tenía 23, sino 18 años. Solo dijo que me veía más grande, y me auguró una vida de tranquilidad si nunca tocaba una droga.

En algún momento, me pidió que me sentará en la misma roca junto a ella. Se recargó en mi huesudo hombro mientras me tomaba del brazo y se quedo ahí. Musitó que extrañaba el contacto humano, colgándose cada vez más fuerte a mi brazo.

Y nos quedamos una hora callados, mirando el lago, mientras ella intentaba aferrase a algo, que físicamente era mi brazo, pero que espiritualmente no supe qué era, mientras sus ojos vidriosos se anegaban mirando la lejanía.

Se levantó, tomándome de la mano, y mirándome a los ojos, me agradeció que hubiera estado ahí en ese momento. Sólo atine a sonreír ruborizado, mientras ella sonreía y esperaba algo de mi. No lo obtuvo.

Me besó en la mejilla, y se perdió entre la espesura de los árboles.

Hace poco, estuve en ese lugar. Como tantos lugares de mis recuerdos, ya no están las piedras donde nos sentamos. Pero aún esta el lago.

Y parado desde dónde estaba, me maldije mil veces: ella sólo pedía un abrazo. Un contacto humano. Sólo tenia que extender los brazos y envolverla, para que un extraño le brindará algo de paz en un momento en que la necesitaba más que nunca. No lo hice; no sabía lo importante que es sentir a alguien cerca cuando más perdido estás.

No te hubiera salvado. Pero pude hacerte pasar mejor ese momento.

Un abrazo, dónde quiera que estés, querida Josephine.

lunes, 12 de julio de 2010

MIEDO

Nanny tenía un miedo terrible. Cuando llovía, la niña se apersonaba en la ventana a mirar la lluvia. Si intentábamos retirarla de ahí, lloraba como Magdalena, y al principio, no sabia decirnos porqué le temía a la lluvia.

Inclusive, pedía que saliéramos a mojarnos en la tormenta. Pero si la quitábamos de la ventana, se aterrorizaba.

Hasta que un día me confesó:

“Es que me da miedo el ruido de la lluvia”

No tenia miedo de que lloviera. Su terror era el ruido que producía la lluvia al caer en los techos, los domos, las láminas y cualquier superficie donde pegaran las gotas de lluvia.

Un día, hace poco tiempo, dejó de llorar cuando llovía. Aún no sabe explicarme porque ya no llora. Pero es un hecho de que nos sentamos juntos, y escuchamos a la vida llorar desde el cielo sin miedo.

Hoy, quiero el valor que tiene esa niña. Hoy, camino a mi trabajo, vi algo que realmente me aterrorizó. No relataré el hecho, que aún se me atora en la garganta.

Lo resumiré en su origen: una total y absoluta falta de empatía humana.

Ahora me doy cuenta, que no me dan miedo las personas. Me da miedo la absoluta despreocupación que tienen de sus actos hacia sus semejantes, así como a mi niña no le daba miedo la lluvia, sino su sonido.

Supongo que se me pasará el shock, en algún momento. Lo que si no sé, es si se me pasará este miedo.

Tengo fé.

jueves, 1 de julio de 2010

SE NECESITAN HÉROES

Héroe:

  1. m. Varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes.
  2. Hombre que lleva a cabo una acción heroica.

Esto es lo que define la Real Academia de la Lengua que es un héroe. Una definición referida en masculino (recordemos que el femenino es heroína) acerca de lo que es un arquetipo típico de las películas, los libros y las leyendas.

Un día, aquí mismo, comenté que los héroes no eran aquellos que hacían diario cosas extraordinarias, sino aquellos que hacían las cosas diarias extraordinarias. Y sigo pensando eso.

Pero hay un tipo de héroe, que no recuerdo haber visto en mi vida.

Uno que fuera un modelo a seguir por las masas. A mi ya no me tocó ver a Martin Luther King, a Ghandi, a Rosa Parks, es decir, gente que inspiró generaciones con su ejemplo.

Nuestros héroes son gente que su mayor cualidad es una pase de 50 yardas, una canción en la radio por 10 semanas o una película que desmaya adolescentes. No me malentiendan; ellos son ejemplo de tenacidad, de fortaleza, pero no son héroes.

Pero un héroe es más que eso. Es alguien que inspira lo mejor de nosotros, a dar nuestro máximo valor, a generar nuevas virtudes en nuestros corazones. Alguien que nos enseñe a pesar de nuestra pérdida de fuerzas, a mantenernos un minuto más en la lucha, tal como lo definía May Parker, esa genial tía de Spiderman.

Alguien que te enseñe a levantarte una vez más a luchar. ¿Dónde encuentras un Miguel Hidalgo, un William Wallace, un Emiliano Zapata, una Juana de Arco? ¿Dónde encuentras gente que te inspire con su ejemplo a ser más de lo que eres?

Jesús es un ejemplo enorme de amor al hombre. También creo firmemente en Él. Pero no es un ejemplo palpable. Necesitamos alguien que sea igual de falible que nuestra propia humanidad. Alguien que canalice Sus Enseñanzas. Alguien que sea humano y se levante de nuestras iguales miserias para alcanzar la gloria de ser ejemplo.

Yo encuentro entre la gente común muchos ejemplos de gente que me inspira a ser mejor. Pero ¿dónde encontramos un héroe que nos inspire a todos? ¿Alguien que mueva a las masas con su ejemplo de rectitud, de honestidad, de desinterés, de amor por la humanidad? ¿Alguien que no sólo ejemplifique con una cualidad, sino sea un compendio de ellas?

Ese es el que no encuentro. Tal vez esos son los héroes que necesitamos, para que la gente tenga ejemplos a seguir. Para que no glorifiquen ídolos de barro como un dealer, como un proxeneta, como un mara, como un político corrupto, como un capo del narcotráfico. Qué tristeza que esos son los ejemplos que siguen los jóvenes. Qué tristeza que su credo sea “Mejor vivir cinco años como rey que cincuenta como buey”.

Sí. Necesitamos héroes. Necesitamos esperanza.

Mientras tanto, seamos héroes diarios :-)

*Y Joseph se va tarareando /Pero tú, siempre estás ahí ♪ / tan libre como el león ♪/ tan firme como el Sol ♪ / nunca te doblarás ♪/ nunca te doblarás ♪/” *