miércoles, 22 de septiembre de 2010

SEÑALES

Yo no creo en lo sobrenatural o lo esotérico. Mi formación de Ingeniero me dice que si no es mensurable, catalogable o visible, entonces no existe. Mi única excepción a esa regla es el buen Dios. Por cierto, tampoco me consta que existe; es un dogma de mi propia fe, pero de eso hablaré en otra ocasión.

Pero hubo un tiempo en que creí en las señales. No de entidades sobrenaturales, no. Sino de Dios. Es difícil reconocer que a veces pensaba que Dios me hablaba por esas señales. Como dice House “Si eres religioso, hablas con Dios. Si Él te contesta, entonces eres esquizofrénico”. Si, no le hago caso a las voces en mi cabeza. Uno, porque sé que una es mi consciencia, y la otra, soy yo contestándole a la anterior. Ninguna de ellas puede pasar por Dios.

Pero en las señales si creía. Hasta que una vez pasaron tantas señales marcando un solo hecho, algo que por lógica, debía pasar. Si tantas veces todo apuntaba a lo mismo, debería suceder ¿no?

Bueno, aún después de dos o tres años de señales, no sucedió nada. He contado esa historia y sus señales a diferentes personas, con diferentes protagonistas, con diferentes situaciones, pero manteniendo fieles los hechos ineludibles. Todo apuntaba a un resultado lógico. Mismo que nunca pasó. Y todas las personas concluyeron lo mismo. Eran señales de que eso debía ocurrir.

Conclusión: Ya no creía en las señales. Si, dije “creía”.

Hace cerca de dos semanas, caminaba meditabundo de noche, viendo al suelo. Por guasa, me hice una pregunta al coleto e impliqué en ella el verbo “morir”.

Cuando alcé la cabeza, frente de mi, en la pared, había un claro símbolo que significa “Muerte”, cuando aparece.

Paso seguido por ahí. Y no estaba antes.

Se me erizaron los cabellos de la nuca.

Apreté la quijada. Eché a andar de nuevo, pensando en que había sido una absurda coincidencia. Pero formulé otra pregunta sobre mi persona.

Y una hoja de papel golpeó contra mi pecho con el aire. Y la imagen de una figura mítica modernizada en películas de hoy, se presentó a mis ojos. Y recordé su historia. Y como terminaba.

Y sólo me pregunté . . . ¿me estaban dando las respuestas que pregunté? No las que quería. Las que pregunté.

Dos semanas después, coincidencia o no, AMBAS acertaron.

No me gustaron. Pero acertaron.

El Karma ha cobrado su cuenta. De nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario