lunes, 17 de mayo de 2010

EL REGGAETONERO.

-¿Un cigarro we?-

-No gracias. No fumo-

-¿Mon-Ice?-

-Menos. Tengo suficiente con la adrenalina del susto que me pegaste, saliendo tan de improviso de la esquina -

Santiago debía tener unos 13 años,15 a lo sumo, por el tamaño de la nuez de Adán. Porque en otros aspectos físicos, es un espécimen perfecto de la desnutrición infantil.

Lo conocí cuando me estaba cazando para sacarme la cartera del pantalón. Sólo que estaba tan drogado, que a duras penas había dado un paso antes de que me diera cuenta de lo que intentaba.

-¿Para que quieres el dinero?-

-Para otra Mon-Ice- explicó, con los ojos vidriosos.

Casi me llegaba al hombro, y no podía pesar mas allá de 45 kg. Si se ponía violento, no sería difícil sacarlo volando de un empujón. Lo peligroso, sería que chiflara y llamara a 10 o 20 como él.

-¿El chanwish? -

-Eso si puedo dártelo. Es vegetariano ¿no importa?-

-No. Mucha hambre, en la cana no te dan de comer durante el sabadazo. Nu ma- casi musitó, arrastrando las letras- Voy al Flow Fest, porque mis amigos dicen que ahí hay muchas viejas.

-Mira, qué bueno. Diviértete- Si no tenia para comer, menos para una entrada al Flow Fest.

-Reggaetonero a morir, con el Gorila- dijo alzando débilmente la mano que no sostenía el sándwich.

Hizo un gesto de despedida, arrastrando los pies en dirección a la Avenida Central, con sus tenis imitación Jordan, con su playera de tirantes que le venia holgada, con una estrella delineada en el cabello, en la nuca que la gorra con piedras de fantasía y lentejuelas que ceñía su cabeza no lograba ocultar.

Lo seguí con la mirada hasta que se perdió entre las luces en la lejanía, del Hospital de las Américas, mientras el sol se ocultaba tras la Sierra de Guadalupe.

Y me llené de una infinita tristeza. Estoy cierto que cumplirá con su grito de despedida, al pie de la letra.

Y no creo que le lleve mucho tiempo hacerlo.

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