miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL ARTE DE VER A LA VIDA SOÑAR

¿Han tenido impulsos que no saben de dónde vienen? Lo que es más divertido ¿Que no saben a dónde los llevarán?.

Si. Impulsos raros. Caprichos. Motivos. Razones

Llámenles como quieran. Pero a veces hacemos cosas que no entendemos . . . .hasta que las hacemos.

Este lunes, recorrí las 10 calles que hay de mi casa hasta el local dónde me rentaron el traje que usé de disfraz en Halloween. No sé si dónde ustedes vivan lo hagan, pero aquí, los niños en esos días (1 y 2 de Noviembre) salen a “pedir su calaverita”, disfrazados con motivos espeluznantes.

Lo sé porque te agarran en la calle y te piden cuando vas caminando. Previsorio , compré una bolsa de chicles para recorrer el camino.

Por los que me pudieran pedir, claro. Si sobran, me los comeré, pensé.

Pero no sobraron. Cuando me acabé la primera bolsa repartiéndolos, compré otra. Y después de esa, otra. Sucesivamente.

Cuando me di cuenta, hacía dos bolsas de dulces que había llegado a la esquina de mi casa. Seguí comprando dulces y repartiéndolos, en la esquina de mi casa.

Estas son algunas de las imágenes que capté de ese día:

Aquí, estos estaban repartiendo equitativamente los dulces, a un niño que acaba de llegar a integrarse al grupo.

Aquí Lina, la pequeña disfrazada de Bella, y su hermana Ana, disfrazada de novia. Ellas venían desde la otra colonia, porque en la suya no regalan dulces.

Este payasito llamado Juan, y su primo Pedro, llegan de la escuela e inmediatamente se salieron a pedir. Decían que si no “les iban a ganar todos los dulces”.

Acá, Superman venía “volando” desde una cuadra antes, para darle veracidad a su disfraz.

Mi favorito. El pequeño Wolverine. Caminaba rebosando de felicidad. Dice que es la primera vez que lo dejan ir a pedir calaverita, divirtiéndose mucho. Que lo hará toda su vida.

Cuando mi hermana me encontró en la esquina de la casa repartiendo los dulces, omitió hacer cualquier comentario, pero se quedó conmigo.

No me preguntó nada. Pero sé cual era la pregunta que pasaba por su mente en ese momento.

“¿Por qué hace mi hermano esto?”

Yo ya sé porque lo hice. Me gustan los niños. Me agrada hacerlos felices. Me gusta ser partícipe de cosas que hagan un poco más amena la vida. Me gusta ser parte, una pequeña parte, de la felicidad de alguien, aunque dure dos segundos.

Por eso lo hice. Porque me gusta ver a la gente feliz.

Pero sobre todo. Me gusta ver a los niños felices. La sonrisa de un niño, vale el oro del mundo.

Así que tengo que ir pensando, de que manera puedo hacer esto un hábito. No regalar dulces, claro. Cómo regresarle al mundo algo de lo que él me ha regalado a mi.

Simplemente, como cooperar con la felicidad de alguien más, en el mundo. :-D

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