lunes, 14 de marzo de 2011

RUIDO BLANCO

Sólo cerré los ojos apretándolos muy fuerte. Ningún impulso visual debía perturbar mi misión mientras apuraba un trago de mi cerveza casi con desesperación. Sentía la urgente necesidad de llegar al mareo mental, al aletargamiento de mi raciocinio, al imperante efecto del alcohol explotando mis neuronas.

Me concentré en el sonido. En el regusto metálico del líquido que recién terminaba de pasar por mi lengua, mientras apretaba los párpados como si quisiera soldarlos al resto de mi cabeza, mientras las luces que los atravesaban teñían tenuemente de rojo, morado, cobre y verde mi pupila.

“Demonios, no quiero colores” y bajé la cabeza.

Retumbaba en mi oído la estridencia del ambiente. Escucha, escucha, concéntrate en el ruido, concéntrate en la secuencia matemática, siente el ritmo.

Respira. Inhala. Olor a sudor, a calor, vapor de seres humanos concentrados, perfume de mujer. Perfume de mujer . . .

“Concéntrate, ¡Con un demonio!! '¡Hazlo!!”

Huele a testosterona. A feromonas de mujer . . .

Casi trabo la quijada de lo fuerte que aprieto. Súbitamente abro la boca y apuro de un largo trago los tres cuartos de cerveza que quedan. La arrojo y destapó otra, que succiono casi del gollete, con una mortal angustia.

“Escucha y huele. Sólo escucha y huele.”

Tambores rítmicos que truenan en secuencia tribal. Tan fuertes y aún así casi puedo oírlo, aunque no lo desee. Necesito escapar de eso que no quiero oír. Necesito más volumen, necesito más potencia. Me siento frente a una bocina. Retumba mi diafragma mientras el corazón se desboca con los beats.

Casi rugí. Solo escucho y huelo, mientras algo demoníaco se suelta dentro de mi. Algo primitivo, casi primario. Yo no deseo retenerlo. No más.

Las Luces neón. La Música electrónica. La intoxicación etílica. Todo para retomar un antiguo ritual, tan viejo como la Humanidad. Medios artificiales para lograr algo que la espiritualidad no logra darme.

Entre la luz, el sonido, los aromas. Sinestesia.

Lo escucho venir. Un zumbido, leve al principio, que va imponiendo su ritmo sobre la música. Wako shamán, que no me enseñaste esto . . .

De golpe. Una explosión en rojo blanco. El vacío. Un zumbido interminable. Una obscuridad infinita. Un olor a ozono.

Sonrío mientras me pierdo en ese espacio. En mi Ruido Blanco.

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