jueves, 3 de marzo de 2011

SOBRENATURAL

De niño conviví con dos tías que son personas, para el vulgo conocidas, como brujas, sanadoras o iluminadas. De ellas mucho puedo hablar, por la cantidad de información y detalles acerca de los fenómenos paranormales que ellas presencian.

Por otro lado, tengo una formación técnica y un espíritu imbuido en el método analítico. Descompongo las experiencias en partes mínimas y las analizo. Por ello, me cuesta trabajo creer en lo paranormal. Como alguna vez he dicho, si no es mensurable, ponderable y visible, en teoría no existe.

A eso podemos añadirle el hecho de que no soy la persona más sensible del mundo. Enfocado al hecho de lo paranormal, me refiero. Para otras cosas si lo soy. Pero esa vena, para detectar cosas que las demás gentes del tipo de mis tías logran, no, me temo que no.

En añadidura, a pesar de no creer, de no ser un true believer, me he esforzado por encontrar y demostrar lo sobrenatural. He ido a lugares específicos dónde se supone que aparecen fenómenos del tipo, ambientes especiales, jugado ouija, leído las cartas, ido a rituales dark en cementerios a medianoche. Incluso alguna vez fui a Cañitas, que quedaba cerca de mi escuela.

Pero nada. nunca he presenciado algo verdaderamente palpable, de ser catalogado como sobrenatural. Una explicación de mis tías, es que soy un amuleto contra ello. Que mientras yo este presente, nada ocurrirá, simplemente por el hecho de mi persona ahí. Incluso, alguna vez dice que se valió de esa cualidad mía para trabajar en alguna casa dónde había espíritus chocarreros o poltergeists.

Eso me recuerda, una película. No recuerdo el nombre, ni los actores. Eran Vikingos, en un viaje al Walhalla, en búsqueda de una preciada respuesta de Odín. Entre ellos, había un misionero cristiano. Y mientras los vikingos veían a sus dioses, las maravillas de Asgard, el puente del arcoíris cuidado por Heimdal, el misionero cristiano atravesaba las puertas, pateaba dioses, y reclamaba “¿Por qué le hablas a la pared? ¡ahí no hay nada!!”. Era el único que no podía verlos. Su fe en otra Divinidad le impedía hacerlo. Y al final, esa cualidad los salva es uno de los retruécanos de esa aventura.

Así que yo soy el misionero cristiano. Obligado a no ver lo que los iluminados ven.

Aún así, no pierdo la esperanza. Algún día he de ver algo. Por ello, de vez en cuando, cuando no puedo dormir, salgo a caminar la madrugada.

Estoy seguro, que algún día, algo aparecerá.

Y tal vez, en ese momento, lamente mi empeño. Pero es una aventura más, que no puedo despreciar.

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