lunes, 22 de marzo de 2010

EL DESPERTAR

Sólo sentía el viento pasando alrededor de mi cuerpo, en una vertiginosa y sorprendente caída libre. Caída en una noche oscura. Un silbido agudo, agudo mientras cortaba el espacio, de espaldas, con los brazos abiertos en cruz, sin saber en que momento terminaría, sin conocer en que instante llegaría el fin.

De vez en cuando el espasmo muscular del rebote contra algún objeto que no podía distinguir, ni me importaba ver. Brumas oscuras que me observaban un momento y continuaban su camino hacia arriba, recortando sus siluetas entre haces de rayos de luz negra.

Solo caía y caía, sin importarme. Solo esbozaba una estúpida sonrisa mientras el vértigo desaparecía en la sensación de tranquilidad, mientras mis oídos retumbaban de tambores, mientras mis ojos reverberaban de luces de múltiples colores.

Y yo reía . . . ¿de qué me reía? Sólo reía .

Escuchaba el gruñido del chacal, el aleteo del colibrí, la pérfida arrogancia del jaguar a través de unos ojos verdes, verdes como la lejanía del mar. Calaveras esculpidas en roca marmórea, talladas por manos que milenios antes se fueron, contemplando la eternidad desde sus pétreos nichos en la penumbra.

El silbido del viento murmura “Ma . . . aaaaa . . . an . . . on . . . th . . . e . . . ruuuuuu . . . un . . . Maaaan . . . oooooooon . . . the . . . eee . . . run . . .” mientras caigo y giro en una espiral sin fin.

Y yo rio. ¿De qué me rio?

Emociones en colores. Ira roja como el granate, azul para una tristeza tan profunda como las Marianas, púrpura para una ambivalencia que raya en la apatía, y un verde de una calma pasmosa. Verde . . .

El súbito impacto contra una superficie que me desmadeja, me rompe . . . pero no duele, proporciona calma, más paz, más tranquilidad . . . Un espasmo eléctrico me recorre todo el cuerpo y de golpe me unifica.

Abrí los ojos.

Me acuclillé.

El primer rayo del sol rompió por el horizonte, atravesó el escenario, el RockStage, e hirió mi mirada.

Ese fue el Despertar de los Dioses 2010.

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