lunes, 1 de marzo de 2010

PARA A

“¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocí, Horacio..., era un hombre sumamente gracioso de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad...” Hamlet, William Shakespeare

Si, yo conocí a A, hace como 20 años. Era novio de aquella prima de cuyo nombre no me quiero acordar, y por ello llegó a mi casa alguna vez, como tanta gente ha legado: por una invitación “pa’ conocerlo”, diría mi madre.

Grande, tosco, moreno de ralo cabello que ya no moraba en las entradas y algo en la coronilla. Con manos grandes y dedos chatos. Recuerdo que se reía con la media sonrisa de quien lo hace por compromiso, y nosotros le zaheríamos a sus espaldas con el mote de La Mole. Ni qué decir de que nunca se lo dijimos en su cara.

Y como todo en esta vida, un día se fue. Le dieron su carta de renuncia en el despacho de oficina de gobierno (o sea, un caos :-)) que siempre fue la vida sentimental de mi consanguínea. Le dijeron que su trabajo no era suficiente, que ella esperaba más en su futuro. Que la mediocridad no era un estilo de vida, sino un modo de perder vida. Y A se fue. Eso sucedió hace 10 años.

Cuenta la leyenda que nunca dejó de quererla. Que siempre que la ocasión era propicia, se presentaba en su casa “nomás para saludar”. Le llevaba presentes, y procuraba estar al tanto de sus necesidades. Incluso, dos o tres veces, intentó convencerla de que regresaran. Huelga decir que no lo consiguió, pero no cejó en el empeño de intentarlo. Al final, quedó como el amigo más cercano no tan cercano, al casarse aquella.

Hace nueve meses se le diagnosticó leucemia. Hace tres meses respiró por última vez y emigró al Lugar Mejor. Su madre dijo, cuando la prima cercana no tan cercana acudió al enterarse, a dar el pésame, que él nunca volvió a llevar a una mujer a su casa. Que si a alguien alguna vez quiso fue a ella.

No me imagino la cara de mi prima. La verdad , no me importa. Yo hoy, pienso en A, preguntándome, si cuando supo que la vida le abandonaba, siguió pensando en ella. Si la suya fue una vida completa en 40 años, si la quiso tanto como para no intentarlo una vez más, si lo intentó y no encontró a nadie, si se fue satisfecho con lo que había hecho. Si no se arrepintió de las decisiones que tomó, si se fue pleno de ser lo que había sido.

Respuestas que no tendré jamás. Pero A, desde el Lugar Mejor, espero que él sí las sepa, para el consuelo de la gente que dejó aguardando su turno para verle de nuevo.

Descansa en paz, A.

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